No hay hombre de blanco. Ya no lo hay. Lo fue y ya no lo es.
No me lo puedo creer, ¡¡era real!! Era el bueno.
Mi cabeza va a explotar y no para de decir "¡que sí tonta, lo que pasa es que se le ha fundido la bombilla!".
Pues parece que no. Tanto tiempo titilando, amenazando con apagarse, y ahora, cuando parecía que iba a seguir, para bien o para mal, así para siempre, va y se apaga. No sabe si quiere estar encendida o apagada, así que, ante la duda, se apaga. Porque es más fácil, o porque no le importaba tanto seguir encendida. O las dos.
Solo puedo pensar en cosas que pinchan mucho y muy profundo. En cosas que cortan y duelen. Mucho. Que es una mentira, que no está pasando, que es una mala pesadilla y me despertaré en algún momento de hace bastante tiempo tras haber hecho alguna gilipollez y este mal sueño tan solo será una enseñanza de lo que puede ocurrir si sigo siendo gilipollas.
Pues no, resulta que además de ser gilipollas, he tenido mala suerte. O buena. O no se.
Muy mala, qué cojones.
"¿Qué hay, después de esto? ¿Como puedo volver a creer, después de todo?"
No es la primera vez que me lo pregunto, pero nunca ha sido tan aterrador como ahora. NUNCA había tenido una certeza tan grande como que el hombre de blanco iba a seguir ahí, con su sonrisa y amor infinitos, dando luz, paz, tranquilidad y confianza por siempre.
Qué crueldad. Hoy es día 8.